Expiación


PRESENTACIÓN

Roberto es escritor. Aunque nunca le han publicado una novela ni le suelen parar por la calle para pedirle una foto o un autógrafo.

Siempre le han dicho que lo mejor es que la inspiración te encuentre trabajando, que no hay que perder el tiempo esperando a que esta venga. Por eso, Roberto lleva diez años levantándose a las seis de la mañana para escribir algo. Nunca sabe lo que va a escribir antes de empezar, a veces escribe una página, otras veces escribe tres líneas. A veces escribe algo decente, otras veces lo que escribe es horrible.

Pero cree firmemente que el hecho de ponerse a escribir ya es algo. Siempre le han dicho que lo más difícil de escribir es ponerse a escribir. Que si eres capaz de vencer la Resistencia, esa fuerza que te dice que se está mejor durmiendo que escribiendo, ya has dado un paso más hacia tu meta.

Mentiras. Hay ocasiones en que no hay manera de escribir algo decente. No hace falta que alguien lo lea y le repulse, al escribir sabe que lo que está redactando es ridículo.

Últimamente le cuesta más de lo normal escribir. Parece que todo lo que escribe ya lo haya dicho en otra ocasión y no hay manera de escribir algo nuevo. Quizás esté sufriendo el bloqueo del autor. Alguien le habló sobre esto hace tiempo.

Tal vez podría tomarse un descanso. Estar una semana sin escribir. De este modo igual se le ocurre algo mejor.

Pero no puede. Siente la necesidad de escribir algo cada día, por malo que sea. No puede pasar un día sin escribir porque le invade un sentimiento de culpa que no puede soportar. Si no sigue la rutina nunca será un escritor. Duda de sí mismo, igual no vale para esto.

LA LUCHA

Llega un día en el que Roberto no puede más. Lleva muchos años luchando consigo mismo para convertirse en escritor algún día. Decide no escribir. Consigue vencer la Rutina, esa fuerza creada por él mismo que le obliga a escribir algo cada día.

Al día siguiente se pone a escribir. No hay manera. Empieza a dudar. No debería de haber dejado de escribir, ahora está más lejos de su meta. Empieza a escribir mientras piensa que lo que está escribiendo no vale nada. Entonces empieza a escribir lo que piensa. Ve gente andando por la calle, lo escribe. Decide ir a dar un paseo para ver si le viene la inspiración, lo escribe. No hay manera de escribir nada interesante y empieza a pensar que esto no es lo suyo, lo escribe.

Vuelve a casa cabizbajo y mira la libreta. Lee todo lo que ha escrito y piensa que el simple hecho de pensar que no está haciendo nada ya es hacer algo.

Entonces se da cuenta.

Lleva todos estos años escribiendo algo cada día para llegar a ser escritor. Pero ya lo es. Se ha tirado los últimos diez años de su vida escribiendo cada día. A veces más, a veces menos. A veces mejor, otras peor. Es cierto, nunca le han publicado una novela ni le suelen parar por la calle para pedirle una foto o un autógrafo, pero Roberto dedica su tiempo y sus esfuerzos a escribir. Eso le convierte en escritor, mediocre o no.

LA DECISIÓN

Podría escribir cada día por obligación, porque si no lo hago nunca llegaré a ser un gran escritor. Pero no escribo para ser un gran escritor. Escribo porque quiero escribir. Porque me sirve para expresar lo que soy. No necesito a nadie ni nada. Prometo escribir sólo cuando quiera.

Roberto.

 

Desgarres de un llorica

Y vuelven los ladridos de medianoche, perros asomando sus hocicos para reír de mi frágil anda. Ando con los puños cerrados y golpeo mi cabeza contra el suelo. Le grito a las estrellas histérico, les suplico explicaciones ¡exijo a la muerte disculpas! ¿Mi ida sólo fue para burlarse o hace ya tiempo que se aburrió de mi?
Tiemblo tanto que siento que me desmiembro y antes de que se me caigan los huesos quiero correr y saltar de un precipicio. Pero ¡mis escalofríos me paralizan! Lanzo la botella de alcohol negro contra la noche, quiero arrastrar el mundo para ahorcarme en paz. Así no puedo. No sé ni como soy, ¿para qué iba a querer conocerme a mi mismo? Cuanto más alejado esté de un espejo, mejor. Mirarme quieto unos instantes sólo me hace perder la cabeza. Sin dedos intento tocar el pianillo, levanto el cuello y veo como huyen las cucarachas y espanto a mi sombra.

tornado
Arrebato

Se marcha mi única amiga, la luna, y me ahoga el sol con sus directos rayos violentos. Me he dormido en un rincón húmedo de la calle y me rodea una muchedumbre que me mira como a un mono de feria. Me prestan sus brazos y me sonríen ofreciendo ayuda para dignificarse ellos mismos. Les escupo furioso en la piel. Lo único que quiero es levantarme con honor y gritarles:
<<Escuchad, cada noche me visitan demonios para desgarrarme el aire, me murmuran fantasmas ruidos espantosos y yo lo único que hago es cerrar fuerte los párpados para olvidarme que existo. Y ese tormento que me roba el sueño, ¡resulta incluso agradable comparado con la repulsión que me provocáis! ¡No soporto vuestros chasquidos de hienas, insensibles, indiferentes! ¿Qué soy para vosotros? ¡Una peste, yo ya nací con ella! ¿Entonces por qué me tendéis la mano si no queréis oír crueldades? ¡Sed sinceros! ¡Agarradme y extraedme la piedra de la locura! ¡Abridme el cerebro y llenádmelo de agujas! Yo no sirvo para nada más… o bebo o lloro… o grito o me suicido>>
Pero como siempre lo único que hago es quedarme congelado mordiéndome la tráquea porque mis palabras son frágiles y desesperan.

calle
Gente

Lo más humillante es oír sus abrazos congelados, todos esos pensamientos populares existencialistas que concluyen de forma vitalista. Común es escuchar las siguientes conclusiones ante la muerte: <<Somos el tiempo que nos queda, así que aprovecha cada momento y vive cada día como si fuera el último. Sé feliz y persigue tus sueños porque la vida es un regalo y sólo se vive una vez>>
Pero lectores ¡No escuchéis a los que os cegarán con humo! Todas estas enseñanzas convocan a uno para coronarle como imbécil. Simplemente les hace falta mirar constantemente al cielo evitando pisar charcos mientras se engañan para olvidar el dolor: así se tiene una vida equilibrada y agradable. Pero si mirasen abajo y escarbaran el barro lo único que encontrarían son residuos. La naturaleza es sabia; en las profundidades de la tierra sólo hay insectos ciegos que languidecen y en lo más negro del mar monstruos marginados. Oh, lectores ¡cuanto más honesto soy conmigo mismo más feo lo veo todo! Todos los pájaros perderán sus alas y de nosotros no quedarán ataúdes. ¿Acaso no sería mejor correr por la vida en un breve arrebato en llamas que arrastrarse por ella como un viejo? Escuchad lo que os digo, ¡bebed vuestras penas, cantad vuestros vómitos, bailad vuestras desesperaciones! Ya se acabaron las mañanas, se acabaron los atardeceres, sólo quedan las huellas que dejó el día riéndose.

sin nada
Sin nada